domingo, noviembre 25, 2007

Deseo...


"...la falda subida hasta la cintura, abriendo despacio las piernas con una deliberada mezcla de sumisión e impúdico desafío, mientras él, impecablemente vestido todavía, se arrodillaba ante ella y acercaba la boca, entumecida por el frio de la noche, a la oscura convergencia de esos muslos largos y perfectos, en cuyo centro latía cálida, suavísima, deliciosamente húmeda al contacto de sus labios y su lengua, la carne espléndida de la mujer a la que amaba." (A. P-R.)



Deseo ahora, deseé antes, desearé luego. Deseo desear.


Deseo de besar, lamer, succionar, mordisquear. Deseo de fundir, frotar, tocar, palpar, apretar, penetrar, remover, presionar, abrazar, rasguñar, acabar y volver a empezar. Deseo de aquel satisfecho letargo, post coitum tristitia, agotamiento despues del gozo, reducción de pulsaciones, sonrisas de necesidades satisfechas. El deseo de la respiración húmeda y cálida erizando los cabellos del inicio de tu cuello, las ganas del permanente contacto de las caderas presionándose, frotándose, buscando el contacto con la calculada desesperación de los deseos desencadenados, con la placentera distancia entre la inocencia y la culpa del placer concretado, destrozando los preceptos de la independencia. No existe más yo o tu.... existe el ser, el sí mismo del deseo, la incontenible arrogancia de la proximidad del climax, abrazando firme, encadenando el cuerpo con el miedo y la sensación de ser la útima oportunidad de desear y cumplir. El miedo al caos que arrebata al otro lo que le pertenece. El deseo de la eterna conjunción de humedades, de latidos, de lenguas penetrando bocas, de dedos descarnando huesos, de bocas consumiendo pieles.


Los deseos de ternura, de comprensión, de abrazos y caricias, deseo de silencio, de muda complicidad, los deseos de la existencia continua sin invaciones, El momento de recuperar el yo, en compañia del tu, con la perspectiva del ambos. Deseos de recomenzar, de un beso, un roce casual, un roce premeditado, roce de dedos, de manos, manos presionando, dedos jugueteando, despertando la siempre dulce humedad, sacudiendo el letargo de la carne firme y tibia. La humedad envolviendo la carne, el delicado pero furioso choque de pliegues, de cavidades, de aberturas. El deseo de encajar, la perfecta armonía, la siempre orgásmica arquitectura del cuerpo, formando estructuras nuevas, los pilares del gozo, columnas de pasión.


Los deseos omnipresentes en el tiempo. Aquellos deseos que siguen siendo deseados. Los deseos que se desean, se cumplen, volviendo a desear el placer conseguido. Los deseos que vendran, como suaves susurros sacudiendo con leves descargas la sensible piel de las espaldas, los deseos que vendrán como torrentes incontenibles, sacudiendo las caderas, obligando a las manos, presionando a las bocas a buscarse unos a otros. A frotar, consumir, mordisquear, penetrar, succionar, arañar, incrustar, besar, volver a penetrar y lamer...Permanentemente.


Deseo y adoro el deseo.


"...No hace falta permiso, para rodar desnudos por el piso, como dos sordomudos, sin otro paraiso que el que mi lengua invoca a las puertas del cielo de tu boca." (J.S)
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